Buscar en el blog

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Para ser feliz, basta con dejar de ser no feliz.


Bonita frase.

 
Nos pasamos el día creando causas que van en contra de nuestra propia felicidad y que al final se anclan en el subconsciente convirtiéndose en resistencias que operan continuamente.

No tengo tiempo de nada.

 
Ese mantra nos programa precisamente para eso. No lo repita más y aprenda a gestionar el tiempo.

¿Por dónde empezamos?

 
Separando lo importante de lo no importante. La mayoría no sabe hacerlo porque no tiene un criterio para ello.

¿Cuál es el criterio?

 
Saber dónde queremos llegar, cuál es nuestra visión y nuestra misión en la vida, de la que se derivan valores y metas. Todo lo que vaya a favor de eso es importante; lo que nos separe de ello es un ladrón de tiempo.

¿…?

 
Puede ser una persona, una tarea, una situación. Cada persona tiene sus ladrones de tiempo, pero hay algunos muy extendidos, como las interrupciones, reuniones y llamadas no deseadas, el desorden, la multitarea.

Lo de tener una visión suena esotérico.

 
La visión es el propósito en la vida, en qué queremos convertirnos a largo plazo. El hecho de ponerlo por escrito nos cambia la vida, nos da un marco de referencia; si no, nos pasamos la vida en prueba y error.

¿Y lo de la misión?

 
Como mínimo es la de ser feliz. Se trata de un proceso de autodescubrimiento. Hay que cuestionarse tres cosas: quién soy, cuáles son mis talentos, qué voy a hacer con ellos y a quiénes voy a dirigirme. Si no sabemos por qué hacemos lo que hacemos, perdemos la motivación.

Cierto.

 
Mucha gente vive en el mundo de lo urgente y hace cosas que no son importantes para ellos, sino para otros, y encima eso les produce estrés. Hay que salir de esa zona. Estar ocupado no es malo, siempre y cuando estemos hablando de trabajo y no de esfuerzo.

Alto ahí.

 
Si lo que haces está alineado con tu misión y disfrutas haciéndolo, puedes estar muy ocupado, pero no agotado.

Deme más herramientas.

 
Dedique un tiempo a cada tarea y huya de la procrastinación.

Latinajo.

 
Significa dejar para más tarde. Yo soy partidario del hágalo ya. En el momento en que se te ocurre una idea, el universo entero está en la mejor configuración para que la pongas en marcha.Si estás inspirado la acción fluye sola, parece que todo encaja.

Dígame las tres cualidades básicas de un buen gestor del tiempo.

 
Son personas proactivas: no esperan que las cosas pasen, sino que hacen que las cosas pasen. En el universo rige la ley de causa y efecto: toda causa da lugar a un efecto.

La ciencia se fundamenta en ello.

 
Por tanto, si yo no hago nada nuevo, nada nuevo va a pasar. Si quieres conseguir algo, debes considerarlo un efecto y así empezar a crear las causas. La persona reactiva espera que las cosas pasen mágicamente.

Entendido.

 
El cóctel de la buena gestión del tiempo consiste en cuatro partes de disciplina y una de improvisación. Y hay que conocer el concepto del tiempo, saber que existe el tiempo verdadero y el falso.

Curiosa distinción.

 
El tiempo verdadero es el instante presente; el falso tiempo necesita de la mente (programar tareas, recordar…),muy útil, pero si nos excedemos deriva en estrés y enfermedad. En cambio, la conexión con el instante presente la usamos muy poco y es lo que nos hace felices y productivos.

¿Productivos?

 
El súmmum de la gestión del tiempo es la atención plena, cualidad milenaria que nos permite estar en contacto con el presente incluso usando la mente. Otro aspecto esencial es gestionar bien la energía.

No estar siempre agotado.

 
Hemos de ser conscientes de cómo fluctúa nuestra energía durante el día para dedicar a las tareas importantes nuestros momentos de máxima energía.

 
La concentración es otro punto importante. Es una cualidad que se desarrolla mediante la meditación. Si aprendemos a concentrarnos en la respiración, desarrollamos la capacidad de no dejarnos llevar por distracciones. Y no hay que olvidar nuestro personal departamento de ayuda: el subconsciente.

¿Cómo conseguir su ayuda?

 
Si somos capaces de crear una imagen mental clara de lo que queremos lograr y lo asociamos a emociones (que ayudan a que el contenido se grabe con más fuerza), empezaremos a percibir las oportunidades. Pero es fundamental eliminar las creencias limitantes (“yo no valgo…, no merezco…”), que operan sin que seamos conscientes.

Deme algún truco para poner a trabajar al subconsciente.

 
Escriba en un papel su objetivo (por el que ya estamos luchando, aquí no hay magia) y hágalo de manera correcta (en presente, en voz activa). “Quiero encontrar trabajo” implica carencia; escriba: “Encuentro trabajo”, imagine que ya lo tiene. Y aprenda a leer en su cuerpo, en sus sensaciones, porque es como se expresa el subconsciente.

Por IMA SANCHÍS

Fuente: La Contra. La Vanguardia

jueves, 10 de diciembre de 2015

Equilibrio y desequilibrio




En todo desequilibrio hay una pulsión soterrada de equilibrio. Todo equilibrio viene precedido de un desequilibrio.
El desequilibrio es de por si la antesala del equilibrio, por lo tanto abracemos el desequilibrio ya que es el estado que nos va a permitir equilibrarnos en un orden superior. 
El desequilibrio es inherente al desarrollo de los sistemas. Cuando un sistema se desequilibra es porque busca un orden diferente y más estable, hasta el próximo punto de desorden/desequilibrio.
En el  punto espacio/tiempo de desequilibrio, horizonte de sucesos si habláramos de agujeros negros, es donde ocurren los verdaderos cambios trascendentales, si nos aferramos al equilibrio como norma, si buscamos estar equilibrados en todo momento, ese mismo aferramiento a un estado es de por sí impermanente y eminentemente traumático. No se trata de fluir equilibradamente en el equilibrio sino de fluir y adaptarse en el orden/equilibrio y también en el desorden/desequilibrio. En todos los sistemas con los que interactuamos, desde nuestro propio cuerpo/mente/espíritu, hasta nuestro pequeño planeta Tierra.

Dani Remedios

miércoles, 19 de agosto de 2015

Inteligencia Emocional 5 dimensiones

En el marco del conocimiento científico actual, la emoción es un estado mental placentero o displacentero asociado a un determinado acontecimiento o suceso cerebral. La manifestación comportamental de este estado mental es lo que se conoce como respuesta emocional, que implica cambios en la expresión facial, en los movimientos corporales y en la actividad del sistema nervioso autónomo, que incluye el sistema hormonal.
competencia o inteligencia emocional. Cinco dimensiones:
  • §  El conocimiento de las propias emociones.
  • §  La capacidad de controlar las emociones. Adecuarlos convenientemente a las distintas situaciones.
  • §  La capacidad para motivarse a uno mismo. Demorar las gratificaciones en pro de logros o metas superiores.
  • §  La empatía o capacidad para reconocer las emociones de los demás y sintonizar con ellas.
  • §  La habilidad para las relaciones interpersonales, que se basa en el desarrollo de la empatía como habilidad para comunicarnos emocionalmente, y supone el fundamento de las habilidades de liderazgo, popularidad y eficacia interpersonal.

domingo, 14 de junio de 2015

Hábitos sagrados


Los hábitos, las acciones que repetimos a lo largo de los días de una manera repetitiva. A mí me gusta llamarlos rituales. Rito, dícese de aquello que es “Costumbre o ceremonia”. Costumbre es aquello que hacemos sin darnos cuenta de porque realmente lo hacemos, apenas sin conciencia de lo que hacemos y de por qué lo hacemos.
Casi siempre esos rituales nos hace la vida más cómoda, desde la perspectiva de nuestro cerebro que no hace ningún esfuerzo extra para pensar lo que estamos haciendo, esto es, cuando nos preparamos la cena o cuando nos sentamos en el sofá para embebernos con lo que pongan por la tele o nos tomamos nuestra dosis habitual para que nuestra mente pare, llámese alcohol, estupefacientes, etc. Es decir, por un lado le hace bien a nuestro cuerpo para que descanse y por otro no embrutece en el sentido de que realmente no nos planteamos a otro nivel si eso nos está haciendo bien realmente.
En casi todas las tradiciones religiosas existen ceremonias para iniciar el día y para el ocaso. En el Cristianismo es muy especial la ceremonia de la hora prima, o la última oración del día que nos dice el Islam. Es decir que los seres humanos sentimos de alguna manera que cada nuevo día se merece una ceremonia que nos haga conectar con algo más allá de nosotros mismos que se puede llamar para el caso que nos ocupa como DIA. Este momento debe de ser un momento sagrado. Se debe preparar todo nuestro ser para afrontar todas las visicitudes que nos puedan acontecer. Se debe afianzar la atención, se debe preparar el terreno para tener la mayor claridad posible así como conectar con nuestro corazón para desde ese centro empezar a funcionar, entrenando mediante el ritual que escojamos estas cualidades que hacen que nuestro día se desarrolle en un estado más elevado de claridad y una disposición correcta de nuestro ser integral.
Para el ocaso, de igual manera, existen ceremonias de clausura del día, es decir cuando le decimos a todo nuestro ser que es la hora de descansar, es la hora de cerrar el ciclo del DIA y comenzar un nuevo ciclo que es la NOCHE, la otra cara de la moneda y que identificamos con la luna, con la caída del sol y el nacimiento del no sol o simplemente noche. En ese momento recogemos internamente todo nuestro ser, al igual que las flores que se cierran por la noche, nos replegamos hacia nuestro interior, tratando de integrar todo aquello que nos ocurre durante el día.
Por lo tanto, son dos momentos del ciclo de la vida, que son importantes prestarles la máxima atención y realizar nuestras ceremonias de la manera mas conciente posible, de ellos dependerá tanto nuestras experiencias diurnas como nuestro sueño nocturno.
El saludo al sol, por ejemplo, o la ceremonia final de zazen de la mañana en la tradición Zen, son dos rituales de enorme atención y que preparan de buena manera a todo nuestro ser para afrontar el día, con tranquilidad y claridad en nuestras acciones, con el corazón abierto y alerta para elegir en base a él. Lo mismo puede ocurrir con todos aquellos rituales honestos y de corazón que hagamos cada uno en nuestra intimidad. Todo es ritual, es sagrado si se hace con claridad y corazón. El día inevitablemente será de una enorme claridad, cuanto más claro lo veamos, mejores serán nuestras decisiones.
Para la noche no sería menor la atención que debemos ponerle. Vamos a finalizar un día de hacer a nivel físico, emocional, mental y espiritual. Hemos tenido un día de trabajo agotador y necesitamos esa desconexión, o bien, hemos tenido preocupaciones por precisamente lo contrario, no tenemos trabajo y necesitamos uno. Por lo que quiera que sea, cuando llega el fin del hacer, llega el momento del no hacer. Llega el momento sagrado del prepararse para ofrecer a nuestro cuerpo-mente el descanso que merece. Como un buen amigo al que estamos agasajando, debemos tratar a nuestro cuerpo de la misma manera. Con conciencia amorosa hacia nosotros mismos, realizar ese ritual que nos prepare para cerrar los ojos y abandonarnos al sueño que nos repara, que nos hace un “reset” en la mente y en el cuerpo. Cada uno tenemos el nuestro, como ya he dicho, todas las tradiciones espirituales tienen esa ceremonia de fin de día, y tienen su sentido y su porque más allá de la comprensión mundana. El simple hecho de detenernos y recrearnos en el ritual del ocaso, prestando atención, dándole significado a lo que estamos haciendo y para que, nos prepara de muy buena manera para descansar.
Que la oscuridad vaya inundando el hogar, que nuestro ritmo y respiración se vaya acompasando, que nuestra mente se vaya volviendo hacia nuestro interior de nuevo. El encendido del incienso de la noche, la ducha caliente de antes de cenar, la tacita de té que simboliza el recogimiento que antecede al descanso. Si todos esos rituales que hacemos les prestamos atención y nos abrimos al momento presente, se volverán sin lugar a dudas en sagrados y por lo tanto nuestro descanso será equivalente. El ciclo del día se cierra sobre nosotros, una pequeña muerte acontece, de nuevo, renacerá al día siguiente un nuevo ser.


Dani Remedios, E.L.
Tazacorte  

14 de junio de 2015

lunes, 4 de mayo de 2015

Somos lo que hacemos

"Somos lo que hacemos de forma repetida.
 Por tanto, la excelencia no es un acto, sino un hábito"


ARISTÓTELES

sábado, 11 de abril de 2015

Haga un alto y respire!



  • Lo mejor que puede hacer cuando quiera cobrar más conciencia o sentir más el momento presente es respirar profunda y conscientemente.
  • Lo mejor que puede hacer cuando se sienta asustado, enfadado, contraído, cerrado o paralizado es respirar profunda y conscientemente.
  • Lo mejor que puede hacer cuando se sienta desconectado o atrapado en la cabeza es respirar profunda y conscientemente.

martes, 7 de abril de 2015

Resolución de conflictos

¿Busca problemas o prefiere encontrar soluciones?

Conflictos, nadie los quiere, pero todo el mundo los tiene en algún momento de la vida. No hemos sido educados para su gestión, a pesar de que formarán parte de nuestra vida y trabajo con seguridad. Tal vez afrontar crisis no sea lo acertado, sino aprender a prevenirlas y “gestionar soluciones”. Todos nosotros, a nivel personal, tenemos desencuentros de alguna clase en nuestras relaciones, pero aplicar ciertas pautas de autocontrol puede abrir vías de acuerdo. Un conflicto es un desacuerdo persistente entre personas o entre colectivos humanos. Es un choque de egos y de intereses. La forma puede adoptar diferentes apariencias: mala comunicación, intereses opuestos, opiniones encontradas, incompatibilidades, discusiones, peleas… pero en el fondo todo eso es reflejo de la necesidad oculta de “tener la razón”. La intensidad y cantidad de confrontaciones de una persona o colectivo es ­proporcional al nivel de autocontrol. Cualquier persona debería preferir tener paz a tener razón.

Para simplificarlo, el origen de nuestras dificultades está en el ego, autoconcepto o autoimagen construida, que asumimos como identidad real. Y cuando un ego cuestiona a otro, se percibe como un ataque a la identidad propia, y la explosión está servida. No es exagerado afirmar que el mundo no tiene problemas; lo que sí tiene es personas con el ego inflado que confunden su identidad real y esencial con su ego fabricado.

Todo desacuerdo implica una serie de emociones: un deseo o voluntad no satisfecha que genera frustración, decepción, ­enfado, ira, agresión, violencia. Estas tres primeras emociones –que forman parte del ámbito interno– cristalizan en aquellos tres siguientes comportamientos en el ámbito externo.

Pero la frustración no es un problema real, simplemente es la no aceptación de una realidad. Las personas inmaduras emocionalmente son incapaces de aceptar lo que no está en su mano cambiar. Niegan la realidad en sus mentes y cuando ven que el mundo no se aviene a sus exigencias, se encolerizan. Exigen una reparación y el desasosiego que crean es proporcional a su necesidad de ser reparados.

Así nacen los conflictos: un abismo que se abre entre lo que es y lo que debería ser. Y aún peor, se procrean, crean réplicas y reacciones que empeoran el problema.

Un conflicto es la “representación mental” de unos acontecimientos o situación, una cosa son los hechos y otra las interpretaciones. Y es la interpretación de los hechos lo que enemista a las personas. De hecho, ­muchas crisis empiezan desde la pura nada: un silencio, una omisión, una presuposición, un olvido, una creencia, una petición no expresada, un derecho imaginario… En realidad nada ha ocurrido salvo la fabricación de un desacuerdo.

Todo problema tiene una o más soluciones, y ninguno carece de ella. Más bien las partes encontradas son las que necesitan solucionar sus posiciones mentales antes de poder negociar una salida justa y digna para todos. La realidad es que siempre hay una opción de acuerdo, lo que ocurre es que no gusta. Por alguna razón creemos que las soluciones deben ser agradables y fáciles y, sobre todo, que impliquen un beneficio a costa del perjuicio del otro. Pero no todas las alternativas son fáciles, la paz también tiene un precio. El problema, el único, es que las partes no quieren pagarlo: desean una salida gratis, sin concesiones. No es realista.

No hay conflictos en el mundo, pero sí mentes conflictivas que creen firmemente en ellos. Como aceptarlo es muy duro, lo fácil es señalar hacia los demás. La pregunta que ­debemos formularnos es: ¿cómo es que mis problemas son los demás? Si entendemos el desacuerdo como una posesión mental, ¿cómo puede estar en el mundo algo que ocurre en la mente?

Cada elección que tomamos es en el fondo una elección entre la paz o el conflicto. (La pregunta que hay que formularse es: ¿esta elección que voy a tomar aporta más paz o menos a mi vida?). Porque, más allá de lo que ocurra y de lo que hagan los demás, siempre podemos encontrar la paz en lugar de lo que vemos.

¿Qué hacer y cómo reaccionar en un desacuerdo? Cuanto antes se actúe, mucho mejor, porque cuando los ánimos se caldean, hace falta mucha agua para enfriarlos de nuevo. Cuando el problema empieza a hacerse visible, es el mejor momento para atajarlo; después ya puede ser tarde. Para entenderlo valen los ­símiles de una enfermedad o un incendio: ­actuar rápido es la mejor opción.

El proceso es predecible y todos lo hemos experimentado en alguna ocasión: aparece un desacuerdo que puede ser menor o mayor y que actúa como desencadenante, en una escalada de confrontaciones que acaban o bien en la resolución, o en un punto de no retorno que conduce a la explosión. Como el problema no ha sido resuelto, sino solamente sofocado por la fuerza, uno nuevo surgirá tarde o temprano como consecuencia del anterior.

La crisis retroalimenta una espiral difícil de atajar. En su propia dinámica ascendente, cuanto más lejos se llega, más rápidos son los acontecimientos que genera hasta que se alcanza un punto en el que la explosión es casi inevitable. Y cuanto más se avanza, menos controlable es evitar el punto en el que no se puede volver atrás.

Finalmente, ganar una confrontación es una victoria provisional. Puede tener beneficios, pero seguro que tiene también costes. Estos no siempre son evidentes. Para prevenirlos, todas las partes deberían evaluarlos, tal vez descubrieran que son superiores a las ventajas que se pretenden conseguir.

Por ejemplo, la ganancia de mantener un conflicto personal con un compañero de trabajo podría ser: sensación de control, manipulación, reforzar la autoimagen, ganar las luchas de poder, un desahogo, reconocimiento ajeno, tener razón y decir la última palabra… Todo lo que podríamos llamar jugar a los juegos superficiales del ego.

Y algunos ejemplos de los costes: poca colaboración y empeoramiento de la calidad del trabajo, dificultades en el sueño y problemas de salud, pérdidas de tiempo y energía, pérdida de la amistad, empeoramiento de la comunicación, pérdida de la alegría, de la felicidad y paz interior… En fin, desatender las necesidades profundas del espíritu.

Finalmente, para resolver un conflicto podemos probar con estrategias como:

Dejar de hacerlo más grande. Empeorar las cosas no es parte de la solución, sino del problema. Centrarse en reducir las diferencias es más útil que aumentarlas.

Cuando lo de siempre no funciona, toca hacer otra cosa. Las crisis auténticas lo son de falta de imaginación y creatividad.

Dejar de alimentarse de viejas creencias. Cuando no se es capaz de pensar en nada diferente no se encuentran salidas diferentes.

Actuar más y no perderse en las explicaciones. Teorizar en las explicaciones para entender no significa que sirva para llegar a un acuerdo; mejor actuar.

Buscar puntos de acuerdo y no de desacuerdo. Dedicar casi toda la sesión de negociación a lo que se está de acuerdo facilita después resolver los puntos de desencuentro.
Pasar del detalle a lo global. La perspectiva amplía el punto de mira y permite ver detalles que antes no se consideraban.

Cambiar el vocabulario. Hay expresiones y palabras negativas que no ayudan a resolver y otras positivas que sí.

Dejar de juntarse con los que tiran balones fuera. Es obvio que no conocen cómo resolver conflictos, mejor frecuentar gente responsable.

Hacerse buenas preguntas. ¿Cuándo aparece y cuándo desaparece?, ¿dónde, con qué frecuencia y con quién aparece?, ¿qué hace que vaya a mejor y a peor?, ¿de qué sirve?, ¿qué hace que no vaya peor?…

Una vez se conoce el patrón, es fácil romperlo con un hábito nuevo, un nuevo comportamiento, con nuevas creencias o simplemente con aceptación.

Anna Parini

elpais.com

martes, 24 de marzo de 2015

El que se lleva su memoria

 "El que se va lleva su memoria, su modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca"

ROSARIO CASTELLANOS

jueves, 19 de marzo de 2015

La resiliencia no es una cualidad innata

La resiliencia no es una cualidad innata, no está impresa en nuestros genes, aunque sí puede haber una tendencia genética que puede predisponer a tener un “buen carácter”. La resiliencia es algo que todos  podemos desarrollar a lo largo de la vida. Hay personas que son resilientes porque han tenido en sus padres o en alguien cercano un modelo de resiliencia a seguir, mientras que otras han encontrado el camino por sí solas. Esto nos indica que todos podemos ser resilientes, siempre y cuando cambiemos algunos de nuestros hábitos y creencias.

De hecho, las personas resilientes no nacen, se hacen, lo cual significa que han tenido que luchar contra situaciones adversas o que han probado varias veces el sabor del fracaso y no se han dado por vencidas. Al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las habilidades necesarias para enfrentar los diferentes retos de la vida.

¿Qué caracteriza a una persona resiliente?

Las personas que practican la resiliencia:

Son conscientes de sus potencialidades y limitaciones. El autoconocimiento es un arma muy poderosa para enfrentar las adversidades y los retos, y las personas resilientes saben usarla a su favor. Estas personas saben cuáles son sus principales fortalezas y habilidades, así como sus limitaciones y defectos. De esta manera pueden trazarse metas más objetivas que no solo tienen en cuenta sus necesidades y sueños, sino también los recursos de los que disponen para conseguirlas.Son creativas. La persona con una alta capacidad de resiliencia no se limita a intentar pegar el jarrón roto, es consciente de que ya nunca a volverá a ser el mismo. El resiliente hará un mosaico con los trozos rotos, y transformará su experiencia dolorosa en algo bello o útil. De lo vil, saca lo precioso.Confían en sus capacidades. Al ser conscientes de sus potencialidades y limitaciones, las personas resilientes confían en lo que son capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no pierden de vista sus objetivos y se sienten seguras de lo que pueden lograr. No obstante, también reconocen la importancia del trabajo en equipo y no se encierran en sí mismas, sino que saben cuándo es necesario pedir ayuda.Asumen las dificultades como una oportunidad para aprender. A lo largo de la vida enfrentamos muchas situaciones dolorosas que nos desmotivan, pero las personas resilientes son capaces de ver más allá de esos momentos y no desfallecen. Estas personas asumen las crisis como una oportunidad para generar un cambio, para aprender y crecer. Saben que esos momentos no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que reaccionen. Cuando se enfrentan a una adversidad se preguntan: ¿qué puedo aprender yo de esto?Practican el mindfulness o conciencia plena.Aún sin ser conscientes de esta práctica milenaria, las personas resilientes tienen el hábito de estar plenamente presentes, de vivir en el aquí y ahora y de tienen una gran capacidad de aceptación. Para estas personas el pasado forma parte del ayer y no es una fuente de culpabilidad y zozobra mientras que el futuro no les aturde con su cuota de incertidumbre y preocupaciones. Son capaces de aceptar las experiencias tal y como se presentan e intentan sacarles el mayor provecho. Disfrutan de los pequeños detalles y no han perdido su capacidad para asombrarse ante la vida.Ven la vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista. Las personas resilientes son muy objetivas, saben cuáles son sus potencialidades, los recursos que tienen a su alcance y sus metas, pero eso no implica que no sean optimistas. Al ser conscientes de que nada es completamente positivo ni negativo, se esfuerzan por centrarse en los aspectos positivos y disfrutan de los retos. Estas personas desarrollan un optimismo realista, también llamado optimalismo, y están convencidas de que por muy oscura que se presente su jornada, el día siguiente puede ser mejor.Se rodean de personas que tienen una actitud positiva. Las personas que practican la resiliencia saben cultivar sus amistades, por lo que generalmente se rodean de personas que mantienen una actitud positiva ante la vida y evitan a aquellos que se comportan como vampiros emocionales. De esta forma, logran crear una sólida red de apoyo que les puede sostener en los momentos más difíciles.No intentan controlar las situaciones. Una de las principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer controlar todos los aspectos de nuestra vida. Por eso, cuando algo se nos escapa de entre las manos, nos sentimos culpables e inseguros. Sin embargo, las personas resilientes saben que es imposible controlar todas las situaciones, han aprendido a lidiar con la incertidumbre y se sienten cómodos aunque no tengan el control.Son flexibles ante los cambios. A pesar de que las personas resilientes tienen una autoimagen muy clara y saben perfectamente qué quieren lograr, también tienen la suficiente flexibilidad como para adaptar sus planes y cambiar sus metas cuando es necesario. Estas personas no se cierran al cambio y siempre están dispuestas a valorar diferentes alternativas, sin aferrarse obsesivamente a sus planes iniciales o a una única solución.Son tenaces en sus propósitos. El hecho de que las personas resilientes sean flexibles no implica que renuncien a sus metas, al contrario, si algo las distingue es su perseverancia y su capacidad de lucha. La diferencia estriba en que no luchan contra molinos de viento, sino que aprovechan el sentido de la corriente y fluyen con ella. Estas personas tienen una motivación intrínseca que les ayuda a mantenerse firmes y luchar por lo que se proponen.Enfrentan la adversidad con humor. Una de las características esenciales de las personas resilientes es su sentido del humor, son capaces de reírse de la adversidad y sacar una broma de sus desdichas. La risa es su mejor aliada porque les ayuda a mantenerse optimistas y, sobre todo, les permite enfocarse en los aspectos positivos de las situaciones.Buscan la ayuda de los demás y el apoyo social. Cuando las personas resilientes pasan por un suceso potencialmente traumático su primer objetivo es superarlo, para ello, son conscientes de la importancia del apoyo social y no dudan en buscar ayuda profesionalcuando lo necesitan.

La resiliencia en los niños

Si queremos que nuestros hijos afronten las dificultades de la vida con fortaleza es importanteeducarles en la capacidad de ser resilientes, para ello es fundamental nuestro ejemplo, no sobreprotegerles y sobre todo creer en ellos. No se trata de evitar que se caigan, sino de enseñarles a levantarse, y para ello tenemos que confiar en que ellos pueden. Por supuesto, tampoco se trata de exponerles a peligros o ambientes agresivos “para que se hagan más fuertes”, afortunadamente no estamos en Esparta. Aportar seguridad y protección es necesario. Algo importante que podemos preguntarles a los niños cuando tienen un contratiempo si queremos que aprendan adesarrollar la resiliencia es ¿qué puedes aprender de esto? o ¿qué puedes sacar bueno de esto que ha ocurrido

jueves, 5 de febrero de 2015

¿Que significa Hishiryo?

Etimología de Hishiryo
Hishiryo (非思量) literalmente significa “pensar sin pensar.” 
Shiryo (思量) significa “pensamiento”
e Hi (非) es un prefijo que indica negación y oposición.
Por tanto, hishiryo equivale a “no pensar" o "más allá del pensamiento".
La palabra hishiryo aparece en el Fukanzazengi de Dogen Zenji (aunque no figura en el manuscrito firmado), en el Shobogenzo Zazengi, Shobogenzo Zazenshin y en el Zazen Yojinki de
Keizan Zenji. Es uno de los términos más importantes utilizados para describir zazen. Hishiryo en estos escritos proviene del diálogo entre Yakusan Igen (745~828) y un monje, cuyo nombre no se
revela, que se describe en Keitoku Dentoroku y otros textos Zen.
"El gran maestro Yakusan Kodo estaba sentado en zazen. Un monje le preguntó: “Al estar sentado inmóvil, ¿en qué estás pensando? Yakusan dijo: “Pienso a partir del no pensar”. El monje dijo: “¿Pero cómo se piensa a partir del no pensar?”. Yakusan respondió: “Más allá del pensamiento (hishiryo).”
Al responder “hishiryo,” Yakusan señala un ámbito más allá del pensamiento que discrimina, el ámbito de ser uno con el no pensar, que es el ser original o verdadero. Este diálogo significa que zazen es la práctica de ser uno con el ser original, ese ser que somos originalmente.
En la tradición Zen, la palabra hishiryo también se encuentra en un texto mucho más antiguo, el Shinjinmei escrito por el 3er Ancestro Sosan.
"La iluminación se ilumina por sí sola con la luz del vacío.
No hay necesidad de realizar el menor esfuerzo mental.
Es el ámbito del no pensar. Un ámbito que va más allá de la comprensión del razonamiento y de las emociones"
En este contexto, hishiryo se explica como un ámbito más allá de la capacidad del razonamiento y de la comprensión de las emociones.
Hishiryo (pensar sin pensar)

viernes, 23 de enero de 2015

Los cuatro cuadrantes, el yo, el nosotros, el ellos y el ello

El equilibrio entre el yo, el notros o no yo próximo, el ello o lo que no es ni yo ni nosotros ni ellos y por fin el ellos, es el camino hacia un autentico desarrollo integral del ser humano.
El yo entendido como mi cuerpo físico, mis emociones, mis pensamientos y mi espíritu.
El nosotros que nos rodea, aquellas almas con las que nos ha tocado convivir, llamase familia barrio, país, cultura, etc.
Ellos a los que no consideramos como nosotros. La diferenciación.
Y el ello o la sombra. En ese equilibrio esta el camino de la felicidad.