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lunes, 28 de abril de 2014

Las pequeñas instrucciones de oro de la meditación

La clave del mindfulness es la observación. Desde la primera sesión, la instrucción se va a mantener con cada sentada. “Observa aquello que aparezca
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Primero observamos la respiración y si aparece un pensamiento que nos distraiga, volvemos la atención de nuevo a la respiración. Observación es atención, es sentir. Notamos los sutiles cambios corporales que ocurren al inhalar y exhalar. Notamos como la caja torácica se estira y contrae, como el aire entra y sale por la nariz, o simplemente notamos nuestro cuerpo se mueve como mecido por el ritmo respiratorio.

Sin embargo, la atención no es la única regla de la meditación. La atención debe ir acompañada de una actitud característica. Siegel habla de las cualidades CAAA: Curiosidad, Aceptación, Apertura y Amor. La razón del énfasis en la actitud, y en concreto en estas cuatro características, es que mantenerlas previene ese ciclo de enjuiciamientos negativos que pervierten toda la práctica.

Si observamos sin la debida actitud, tarde o temprano aparecerán esas vocecitas que nos dicen que no lo estamos haciendo bien, que no notamos suficientemente la respiración, o que tenemos muchas otras cosas que hacer… Quizá incluso no sea a través de pensamientos sino de una sensación incómoda de agitación o una somnolencia pertinaz. Depende de si dentro tenemos un crítico, un perezoso o un perfeccionista.
Al final, sea como sea, aparecen obstáculos. Y ante esos obstáculos, la receta de la actitud es fundamental para no contaminar la práctica. Si aparecen pensamientos, sensaciones o distracciones, no nos resistimos a ellas. No nos flagelamos ni tratamos de rechazarlas. Eso es aceptación y amor. Pero tampoco nos rendimos a ellas, regresamos a observar la respiración con apertura y curiosidad, que son actitudes que fomentan la observación. “¿Habrá cambiado la inhalación por ese pensamiento?” “Vamos a ver qué pasa si no presto atención a ese cosquilleo en la pierna“.
Poco a poco, a medida que vayamos estabilizando la serenidad, podremos dirigir la atención a esos pensamientos, sensaciones y percepciones, pero siempre desde el plano de la curiosidad, la apertura, la aceptación, el afecto.
Entonces, las instrucciones fundamentales se mantienen iguales, aunque el objeto de la atención sea diferente: “¿Por qué precisamente ha aparecido este pensamiento que me distrae?”

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